Decreto de Bolívar sobre la abolición de la esclavitud.
Abolición de la esclavitud por José Tadeo Monagas
Espacio propuesto para el análisis y discernimiento de la evolución socio-histórica del proceso contemporáneo como invitación abierta a su lectura y conocimiento.
Decreto de Bolívar sobre la abolición de la esclavitud.
Abolición de la esclavitud por José Tadeo Monagas
Con esta denominación definió Gil Fortoul a los distintos gobiernos que se sucedieron en Venezuela desde el año 1847 hasta 1858 (José Tadeo y José Gregorio Monagas). La oligarquía liberal estuvo profundamente relacionada con el surgimiento del Partido Liberal Amarillo, el cual se originó entre otros factores por las contradicciones políticas y sociales que atravesó Venezuela al concluir la Guerra de Independencia.
El término "Oligarquía Conservadora" fue utilizado por primera vez por el historiador venezolano Dr. José Gil Fortoul, quien lo usó para referirse a los gobiernos venezolanos desde 1830 a 1846. La Oligarquía Conservadora puede definirse como una élite política, social y económica que gobernó al país en función de sus propios intereses como grupo, y que se hallaba reunida bajo el liderazgo del General José Antonio Páez.
Se entiende por oligarquía a un régimen o una forma de gobierno en que el poder reside en las manos de unos pocos, generalmente pertenecientes a una misma clase o estrato social, llamados oligarcas.
Se trata de un término cercano al de aristocracia, con el que presenta diferencias ya que la oligarquía no parte del precepto de ser la clase idónea para detentar el poder, sino que simplemente lo detenta.
Es a menudo usado como sinónimo de oligocracia, el gobierno de una minoría minúscula en comparación con el universo social.
La oligarquía consiste en el control político del Estado por un sector minoritario, que bien puede ser una élite política, económica, étnica o militar, siempre y cuando posea los instrumentos para ejercer el monopolio del poder y perpetuarse en el mando.
El término proviene del griego: olígos traduce como “pocos” y arko como “comandar”, lo que en conjunto significaría “el mandato de unos pocos”.
El primero en usarlo fue Platón, el filósofo griego, quien valoraba la aristocracia como el gobierno de los mejores y más aptos, pero veía en él el riesgo de degenerar en una oligarquía u oligocracia, ya que los aristócratas heredarían el poder a su descendencia que no necesariamente compartiría su sabiduría y sus principios, pero sí conservaría el poder.
La oligarquía ha acompañado a la humanidad a lo largo de su historia política, ya que siempre el poder parece ser detentado por una minoría privilegiada, con acceso a las herramientas para forjar la sociedad a su antojo.
Tal es el caso de los caudillos y emperadores que se erigían en la antigüedad y que gobernaban a favor de sus familiares y allegados, o de las castas de la burguesía florentina del Renacimiento como los Medici, quienes acumularon poder político gracias a su influencia en el comercio internacional y el Enriquecimiento.
No sólo se habla de oligarquía cuando se ejerce el gobierno de un Estado: también cuando se cuenta con el monopolio de los recursos de un bien demandado, puede hablarse de una oligarquía económica, empresarial, etc. Se trata de un esquema social de concentración de poderes, que puede darse en cualquier área y en cualquier época.
Incluso en los regímenes comunistas, partidarios de la colectivización forzosa y la abolición de la propiedad privada, surgen paradójicamente las oligarquías en torno al partido único de gobierno y a la burocracia del Estado que concentra sobre sí el poder entero.
A lo largo de la historia son abundantes los ejemplos de oligarquías. Un ejemplo posible es el famoso apartheid surafricano, en el que la minoría blanca gobernaba a la mayoría negra y les imponía leyes segregacionistas, empobrecedoras, que no les permitían desarrollarse como seres humanos.
Un último caso es, por paradójico que parezca, el de los hermanos Castro, gobernantes dictatoriales de la isla de Cuba desde mediados del siglo XX, quienes se han perpetuado en el poder mediante el partido único de gobierno de su régimen comunista.
Las consecuencias posibles de una oligarquía prolongada son:
Ocurre a veces que distintas oligarquías se enfrentan entre sí por el control de las naciones, como ocurrió en algunas guerras civiles, como la Guerra Federal Venezolana.
En ella se dieron lucha dos formas de oligarquía: la conservadora y la liberal, ambas representadas por partidos minoritarios y acomodados cuyos modelos de país eran mutuamente excluyentes.
La novela caudillesca es un subgénero narrativo característico de la literatura latinoamericana que aborda la constante histórica del Caudillismo en los países latinoamericanos. Centradas preferentemente en el tema del poder local y autoritario, estas novelas examinan la relación entre el poder autocrático y la literatura. Ya desde Facundo del argentino Domingo Faustino Sarmiento, publicado en el año 1845, se advierte una crítica indirecta al gobierno del caudillo Juan Manuel de Rosas junto con la figura de otro caudillo, Facundo Quiroga. Amalia (1851) forma parte de una suerte de trilogía contra de Rosas junto con El matadero (1838) y Facundo: sin embargo, estas últimas no pueden considerarse novelas, por lo que se le ha dado el carácter de novela fundadora a Amalia.
Este tipo de novela trata temas explícitamente políticos trazados en un contexto histórico importante, examinando críticamente el poder ejercido por una figura autoritaria, e incluir una reflexión general sobre la naturaleza del autoritarismo.
El subgénero incluye obras como El señor Presidente (1945), de Miguel Ángel Asturias, sobre el dictador Manuel Estrada Cabrera, quien gobernó Guatemala durante casi 22 años; Yo el Supremo (1974), de Augusto Roa Bastos, sobre el doctor Francia de Paraguay; La fiesta del Chivo (2000) de Mario Vargas Llosa, sobre Rafael Leónidas Trujillo de la República Dominicana; y El General en su Laberinto de García Márquez y Oficio de Difuntos de Uslar Pietri, sobre Juan Vicente Gómez. En cierto sentido, Doña Barbara de Rómulo Gallegos y La Casa de los Espíritus de Isabel Allende, tratan el tema del Caudillismo.
Por otra parte, el novelista puede crear caudillos ficticios para lograr el mismo fin narrativo, como en Tirano Banderas de Ramón del Valle Inclán; El Otoño del Patriarca de García Márquez; El recurso del método (1974), de Alejo Carpentier; o Maten al león (1969) de Jorge Ibargüengoitia, en las que el hombre fuerte es un personaje compuesto de diferentes caudillos históricos.
También, en cierto sentido, Doña Barbara de Rómulo Gallegos y La Casa de los Espíritus de Isabel Allende, tratan el tema del Caudillismo
Esta literatura ha sido muy influyente en el desarrollo de la tradición literaria latinoamericana. Muchos de sus autores desarrollaron estilos narrativos innovadores que acercaron al narrador, la trama, los personajes y la narrativa con los intereses del conocimiento socio-histórico.
El caudillismo fue un fenómeno político y social surgido durante el siglo xix en Latinoamérica. Consiste en la llegada de líderes carismáticos a cada país cuya forma de acceder al poder y llegar al gobierno estaba basada en mecanismos informales y difusos de reconocimiento del liderazgo por parte de las multitudes, que depositaban en «el caudillo» la expresión de los intereses del conjunto y la capacidad para resolver los problemas comunes. El caudillismo fue clave para la dictadura y para las luchas entre los partidos políticos decimonónicos.
El poder de los caudillos se basaba en el apoyo de fracciones importantes de las masas populares. Este apoyo popular se tornaba en su contra cuando las esperanzas puestas en el poder entregado al caudillo se veían frustradas, y se decidía seguir a otro caudillo que lograra convencer de su capacidad de mejorar el país o la provincia.
Este fenómeno se dio en América Latina durante prolongados períodos de su historia republicana; en algunos casos desembocó en fuertes dictaduras, represiones a la oposición y estancamiento económico y político, pero en otros canalizó las primeras modalidades democráticas y federales en las repúblicas latinoamericanas, así como proyectos de desarrollo autónomo frente a las expresiones políticas neocoloniales.
El caudillismo, en general, puede caracterizarse por lo siguiente:
A veces, para acceder al poder, los caudillos se rebelaban aliándose con militares, deponían al gobernante actual, disolvían el Congreso y se auto-proclamaban presidentes provisionales. Después de un corto plazo se elegía un nuevo congreso y se convocaba a elecciones presidenciales. En las elecciones salía elegido el caudillo que había presidido anteriormente la revolución y deposición del antiguo gobernante o diputados.
Los principales partidarios de los caudillos, aparte de sus hombres de armas de confianza, fueron los miembros de las clases enriquecidas. Así, estos aseguraban un flujo de dinero para el Estado del caudillo de turno y este se comprometía a darles beneficios.
El caudillismo se desarrolló desde México hasta Argentina. En México destacaron entre ellos los independentistas del siglo XIX, así como los revolucionarios de principios del XX; en Chile, como fue el gobierno de José Miguel Carrera a comienzos de la república; en Perú, donde hubo tres grandes «periodos de militarismo»: a los inicios de la república, durante la reconstrucción nacional después de la guerra con Chile, y tras el oncenio de Leguía; en Argentina con el gobierno de Juan Manuel de Rosas; en Colombia con el gobierno de Pedro Alcántara Herrán que promovió a la vez la constitución de 1843; y también en Bolivia, Paraguay, Ecuador y Venezuela.
Algunos de los caudillos de mayor influencia fueron: José Gervasio Artigas en Uruguay (la zona que correspondió a la Unión de los Pueblos Libres); Juan Manuel de Rosas en la Confederación Argentina; José Gaspar Rodríguez de Francia en Paraguay; Miguel Hidalgo y Costilla, José María Morelos, Vicente Guerrero, Antonio López de Santa Anna, Emiliano Zapata y Francisco Villa (José Doroteo Arango Arámbula) en México; José Antonio Páez, Antonio Guzmán Blanco y José Tadeo Monagas en Venezuela; Getulio Vargas en Brasil; y Pedro Domingo Murillo en Bolivia.
Por su parte, en Europa, la historiografia considera como casos particulares de caudillos a Francisco Franco en España y António de Oliveira Salazar en Portugal.
La inestabilidad política actual es consecuencia de cómo fue organizado el Estado al nacer la vida republicana, sin base nacional, y también debido a los sucesivos años de enfrentamientos políticos presididos por las diferentes facciones que se disputaban el poder en ese entonces. De esta forma, las repúblicas se constituyeron sobre una base inconsistente, sobre un Estado embrionario, desorganizado económicamente, caótico en el orden político y sin planes de gobierno que sigan disciplina y orden. Por esta razón, la democracia no es totalmente efectiva y se realiza un uso inadecuado de las conquistas del liberalismo, en vez de un correcto uso de la libertad.
El caos generado por el orden impuesto a través de la fuerza dentro del caudillismo ha quedado como herencia. Además, ciertas características del caudillismo prosiguen hasta la actualidad. El caudillo, que buscaba gloria y poder, intentaba con sus obras ganarse la simpatía de la población y desprestigiar al máximo al anterior gobernante; así, reorganizaba el gobierno a su antojo y consideraba como malo todo lo que el gobernante anterior hubiese hecho. Hoy en día, muchos gobernantes desprestigian aquello gestado por sus antecesores y lo abandonan, buscando el propio beneficio, o tal vez como una estrategia para su obligada participación en las siguientes elecciones.
Por otro lado, es importante resaltar que, al hablar de caudillismos, se habla también de consolidación de fuertes regionalismos, que mermaron el casi inexistente estado-nación. Así, hoy en día aún existen algunos de esos fuertes regionalismos, especialmente en el sur andino, que, a pesar de no ser una consecuencia directa del caudillismo, ayudó a que se solidificaran algunos de ellos. Por esta razón, algunas veces los planes unificadores resultan insostenibles.
Tipos de caudillos
En épocas del siglo XIX se manifestaron diferentes caudillos. Desde Boves a Bolívar y desde Páez a Gómez, se puede decir que existieron varios tipos, entre ellos se pueden mencionar:
Está lleno de ambiciones honestas y nobles propósitos, que solo quiere el bienestar de la patria como fue caso de Bolívar.
Estos surgieron de las tropas guerrilleras desenfrenadas como Boves o de las hordas olvidadas como Páez.
Es el que solo se interesa de un interés personal; tiene el respaldo de un político.
Son los que aparecieron entre los años de 1810 y 1824.
Se trata de un político que tiene una buena formación para gobernar, organizar y crear otros estados como Bolívar, el cual tenía grandes proyecciones históricas o también ser un localista como lo fue Guzmán Blanco.
Posee una base popular, que luego se transformó en caudillo político de Páez.
Se encuentra respaldado totalmente por un partido político, y utiliza el control de los votos.
Los caudillistas latinoamericanos se formaron entonces como una herencia de la estructura socio-económica-política-cultural que estaba surgiendo desde el momento de que los españoles llegaron al Nuevo Mundo desarrollando la sociedad colonial.
Los caudillos expresaron intereses regionales combinados con sus ambiciones personales. Agustín Gamarra, por ejemplo, representó los intereses del sur andino, especialmente del Cuzco, mientras que Andrés de Santa Cruz, los de Bolivia y Arequipa. Para tener una mejor comunicación en un país mal comunicado establecieron alianzas con hacendados.
En la actualidad la presencia de caudillos en la política de algunos países latinoamericanos se da a través de los partidos políticos populistas, donde el líder político o presidente del partido actúa como «agente mesiánico», quien es visto como único líder natural, quien tiene el derecho de regir las riendas de un partido así como el único capacitado para gobernar el país y salvarlo, más no permitiendo que otros agentes o líderes asciendan a la palestra, generándose así disputas internas, inclusive con violencia por lograr tener el poder de mando; es por ello que se concibe a la política como una actividad pública y violenta, dado que los que se afilian a un partido político entran con la firme idea de lograr ser un caudillo en potencia en un futuro más cercano, para lo cual sabe que debe enfrentase a otros caudillos en potencia para el logro de su fin, que significa liderar y ser dirigente distrital, provincial, regional o nacional.
Pacto de Punto Fijo Portada de revista de 1958 con los principales firmantes del Pacto de Puntofijo , de izquierda a derecha: Rafael Cal...