martes, 28 de febrero de 2023

El Gomecismo y los cambios socioeconomicos en Venezuela, vistos desde "Los Riberas" de Mario Briceño Iragorry



“Este mi retablo novelado presenta, junto con los títeres de mi invención, actores de carne y hueso. Personas con toda la barba alternado con fantoches libremente imaginados, para cuyo aparejo, sin embargo, he tomado ora la americana, ora la corbata, ora el sombrero, ora los espejuelos, ora el bigote de distintos individuos, sin que falte en el abigarrado atuendo de los fantoches, alguna prenda de mi percha personal”.

Mario Briceño Iragorry, “Advertencia” a Los Riberas (1957)
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El retrato de 1927, tomado por Baralt & Compañía y perteneciente al Archivo Fotografía Urbana, muestra al joven Mario, en pose y atuendo presumidos. Sentado en el sofá de madera con respaldo de barrotes, vistiendo traje claro con zapatos a dos tonos, el sombrero panamá y el bastón terciado completan el arreglo del dandi tropical. Las cejas tan espesas como características hacen juego con el manubrio del bigote corto y tupido, al estilo de Chaplin y otros actores del cine mudo.
Nacido en Trujillo en 1897 y venido a Caracas en 1912, Mario Briceño Iragorry regresó seis años más tarde a Mérida, donde estudió derecho en la Universidad de Los Andes; fue allí compañero de Mariano Picón Salas, amigo sempiterno, con una de cuyas primas casara. Al volver a la capital al año siguiente, laboró en la Dirección de Política Internacional del Ministerio de Relaciones Exteriores, compartiendo con Lisandro Alvarado y José Antonio Ramos Sucre. Habiendo enseñado en el liceo Andrés Bello, del cual llegó a ser director, se desempeñó como cónsul en Nueva Orleans, para después recibirse de doctor en Ciencias Políticas en la Universidad Central de Venezuela. Tras asumir la secretaría del estado Trujillo a finales del gomecismo, con la renovación democrática continuó su carrera pública, especialmente durante la presidencia de Medina Angarita, a quien conociera en la Academia Militar. Punto culminante fue su triunfo como constituyente en las elecciones de 1952, hurtadas por el régimen militar. Entonces Briceño Iragorry, “revestido de la más alta dignidad, salió al exilio, en España, hasta donde llegó la mano vesánica y corrupta del dictador”, recordó Alexis Márquez Rodríguez en una reseña publicada en el centenario del nacimiento del trujillano. Fallecido pocos meses después de regresar a Venezuela, al caer Pérez Jiménez, su producción recorrió principalmente la crónica, la historia y el ensayo, desde los primeros Tapices de historia patria (1934) hasta Mensaje sin destino (1951), por mencionar algunos de las obras más conocidas.
Tomado al iniciarse su carrera formidable, ese retrato caballeril del Briceño Iragorry joven me hace pensar en el protagonista de su novela Los Riberas, publicada en 1957, y escrita durante el exilio. A través de Alfonso –temprano alter ego de Mario, no obstante ser el protagonista un hombre de negocios– narra Briceño la saga de una familia andina migrada a Caracas a lo largo de la era gomecista, siendo el primogénito el último en dejar el terruño. Tras un largo viaje fluvial y marítimo a través del país que no estaba todavía articulado por las carreteras del Benemérito –travesía rapsódica y reveladora, pero incontable aquí– los desencuentros y concesiones de Alfonso y su progenie en esa capital que mudaba de piel permiten al novelista vocear las tesis del ensayista. Y tratando de escuchar estas, sigamos entonces trechos del viaje existencial y del avecindamiento capitalino de Alfonso en Los Riberas, que como señaló Burelli Rivas al prologar la novela, es una “síntesis de la vasta obra literaria de don Mario”.
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En una de esas madrugadas de Mérida, «olorosas a vida, a hierba, a alegría, a esperanza», Alfonso Ribera dejó sin muchas ganas su ciudad natal para dirigirse a la Caracas de 1918. Aquí su próspera familia le requería tras medrar desde hacía tiempo en la corte del Benemérito, cuyos miembros comenzaban a beneficiarse del pingüe negocio petrolero. Mientras veía pasar la sombra de las beatas mañaneras, apurándose a misa en medio de la tupida neblina que cubría la plaza de Milla, Alfonso aseguró al compadre Trejo, quien había madrugado para despedirlo, que lo de Caracas sería «una simple pasantía». Además de disipar las dudas del compadre, quien había visto partir ya varios amigos que nunca regresaron al terruño, quería con ello Alfonso acaso aplacar sus propios temores, al abandonar su comercio, sus tías y su novia provinciana.
Sin llegar Mérida a los siete mil habitantes, según el censo de 1926, la rémora provinciana retardaba la penetración de las modas caraqueñas entre el señorío terrateniente, tal como ocurría con muchas capitales regionales. Aun cuando los automóviles comenzaban a circular por las calles de la ciudad, «los señores porfiaban en lucir finas y hermosas caballerías, como hoy los ‘nuevos ricos’ se esmeran en poseer los más caprichosos modelos de automóvil», recordó don Mario al inicio de la novela. Como voceando el esnobismo fustigado en Mensaje sin destino, asoma aquí la comparación crítica –advertida por Laura Febres en La historia en Mario Briceño Iragorry (2001)– entre el tiempo novelado y escritural de las dictaduras de Gómez y Pérez Jiménez.
Por contraste con las pizpiretas caraqueñas que conocería Alfonso en el hipódromo de El Paraíso y en los salones de La India y La Francia, todavía «las muchachas de Mérida alardeaban de no usar colores de artificio». A la «Mérida solemne y timorata» de la segunda década del siglo no habían llegado aún el foxtrot y el one step, que irrumpían ya en los clubes y salas de baile de los Años Locos caraqueños. «En su lugar, algún caballero de finales del Ochocientos pedía con voz solemne una mazurca o una contradanza», observó Alfonso todavía en la fiesta dominguera ofrecida para despedirlo en una de las fincas cercanas a la ciudad.
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Por contraste con aquella Mérida antañona, al arribar finalmente a la casa familiar en el centro caraqueño, resintió Alfonso el cambio en algunos miembros de su familia. Tras ocho años de vida en la capital, sus hermanos menores habían adoptado muchos de los modismos y novelerías de la «buena sociedad». Particularmente Adelaida, quien vivía «exagerando la modernidad», usando palabras francesas, copiando «el buen estilo de la capital» y las «costumbres de la gente chic», pidió pronto al hermano mayor que dejara de parecer tan andino y se civilizara a la manera caraqueña. Durante sus primeras pascuas fuera de Mérida, Alfonso se sorprendió de la sustitución del pesebre por el arbolito de Navidad, según la moda recién llegada de Estados Unidos; en la nochebuena, la mesa de doña Teresa exhibía exquisita mantelería y cristalería importadas de París; las hallacas andinas habían sido desplazadas por las caraqueñas, mientras el gramófono tocaba canciones en inglés.
Aunque criticando esas novelerías entre afrancesadas y gringas de su familia, hecha ya a las modas de la Caracas que salía de la Bella Época y entraba en los Años Locos, el provincianismo de Alfonso no le impidió reconocer la variedad y distinción de algunos rendez-vous adonde fue llevado por sus hermanos. La retreta dominical de la plaza Bolívar, «sala común de la gran familia venezolana»; el salón de La India, donde la discreta consumición de las damas atestiguaba «el recato y la sencillez que fueron ornamento de la mujer antigua»; y el elegante suburbio de El Paraíso, donde Alfonso pudo confirmar que “Caracas era aún una ciudad romántica, enmarcada en las normas del señorío antiguo, y salpicada por las rientes burbujas de gracia y de buen tono aprendido por los señores y las damas en el gran París de principios de siglo”.
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El itinerario residencial del propio Alfonso Ribera a través de esa Caracas expansiva que se tornaba petrolera, completa el viaje cultural e ideológico iniciado por el personaje de Briceño Iragorry en la Mérida agraria. A una quinta del este se mudaría Alfonso cuando su joven familia comenzó a ampliarse, después de haber casado con Soledad Solórzano, descendiente de los mantuanos capitalinos venidos a menos. Permaneciendo poco tiempo en la gran casa montada en 1922 en Altagracia, tras titubear entre el Country Club y La Florida, Alfonso, habiendo ya prosperado en la capital a la sombra del padre, decidió construir en la elegante Campo Alegre. Su hermana Adelaida no le siguió por vivir ya en Estados Unidos, tras haber casado con un americano; la otrora flapper había ingresado al mundo del progreso petrolero, realizando así “el ideal de las nuevas aspiraciones nacionales», añade Briceño en una crítica que bien podría estar en Introducción y defensa de nuestra historia (1952).
No obstante vivir en Campo Alegre, el joven matrimonio Ribera Solórzano se consideraba parte de la burguesía «pitiyanqui» del Country Club, nos dice el novelista, usando el mismo término de sus ensayos. Sin embargo, como hizo notar Elvira Macht de Vera en El humanismo trascendente de Mario Briceño Iragorry (1979), ese adjetivo no connota en don Mario una animadversión hacia lo norteamericano, sino una denuncia de la actitud dependiente y antinacional de la burguesía petrolera. En este sentido, el “retablo novelado” de Los Riberas –como lo llamó el mismo autor en la “advertencia” reproducida en el epígrafe– se emparenta con el de José Rafael Pocaterra en La casa de los Ábila (1921-22), donde esa burguesía extranjerizada del gomecismo es también recreada en clave familiar.
La vida social del club giraba en torno al “suntuoso edificio” frecuentado por Alfonso desde que reemplazara su afición merideña por los caballos con el golf; este era “ejercicio más cómodo, que, a la vez, agregaba distinción a la persona. El golf era una verdadera señal de señorío y de buen gusto”, añade con algo de ironía el autor de Los Riberas. Y bien pudiera encontrarse el protagonista de la novela entre los jugadores en los campos del Country Club, con el bastidor del Ávila y la casona solariega, en las imágenes de 1955 del Archivo Fotografía Urbana.
Al igual que el resto de la “gente bien” de la capital petrolera, el joven matrimonio seguiría acudiendo al edificio diseñado en el estilo de las misiones californianas, de “un colonial pasado por el tamiz de Norteamérica”, donde latía el “corazón social” de Caracas, que ya latía en inglés. Porque tal como notara el propio Alfonso al recordar su llegada de Mérida, había durado
“…hasta la fecha reciente el barniz parisiense por donde ganaba distinción la sociedad hispanoamericana segregada de la metrópoli peninsular. Merci bien, beacoup de plaisir, comme il faut, pardon, très bien, fueron expresiones incrustadas hasta ayer en el vocabulario de la gente de postín. Ahora se dice thank you, all right, okey, good by, excuse me, no mention. Estas palabras son verdaderos signos en el tiempo”.
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Allende la extranjerización y el consumismo de la élite venezolana, tema recurrente de la ensayística de Briceño Iragorry, la profesionalización de la sociedad y la renovación urbana asoman como otras grandes cuestiones en Los Riberas, que deviene una suerte de saga nacional. Legada por la entusiasta visión burguesa del abuelo gomecista, la euforia constructiva de aquellos años de bonanza petrolera es secundada por algunos de los miembros de la familia Ribera Solórzano. «‘Caracas está por hacerse’, decía Alfonso Ignacio con una fe profunda en el futuro de las grandes obras que transformarían el rostro de la ciudad», recrea el novelista en uno de los tantos almuerzos dominicales de la familia en su moderna quinta de Campo Alegre.
Sin embargo, por boca de otros de sus personajes, don Mario voceó sus propias reservas ante la factibilidad de que esa renovación constructiva bastara para la renovación intelectual y social del país, urbanizado a empujones por la nueva riqueza. Ya el doctor Hermógenes Urdaneta hubo de contraponer al progresismo gomecista del viejo Ribera, su propio recelo sobre el afán constructivo con que se quería hacer uso principal del dinero petrolero: «Yo creo que las naciones se hacen sobre el valor humano de la población y no sobre el mérito de unos edificios de ladrillo», añadió el amigo de la familia a propósito de la construcción de El Silencio.
Otros personajes de la saga repetirían esos recelos, haciéndose eco de las advertencias de don Mario ante los espejismos del oro negro. De nada servirían las prioridades tecnocráticas y modernizadoras de este tipo de obras, sin una «atención integral al hombre», tal como manifestara, también a propósito de El Silencio, el hijo de Alfonso Ribera. La visión humanística y socialista del joven médico termina acercándose a la de Briceño Iragorry en la parte final de Los Riberas, centrada en las reformas de la era democrática. En esas tertulias dominicales que tenían lugar en la quinta Solitere, bien cuestionaba Vicente Alejo en los días de la famosa renovación urbana:
«¿Qué significaría para el porvenir del país la destrucción de unas casas feas y ruinosas, destinadas a mercado del vicio, si luego se construyen palacios, quintas, hoteles, apartamentos, donde la prostitución moral de hombres pueda tener sitios espléndidos? Nuestro progreso de pueblo no es labor de obras públicas. Nuestro progreso de nación reclama primeramente la atención integral del hombre: pan, jabón y luces; agricultura, sanidad y educación son nuestras primeras necesidades y, aunque pocos se esfuercen por la justicia, yo, médico, he de proclamar una vez más lo que siempre decía el abuelo Alejo: ‘Venezuela está urgida de jueces'».
Suenan como palabras de Briceño Iragorry, por boca de Vicente Alejo, quien busca redimir, como ha señalado Laura Febres, muchos de los errores del padre. Desdoblado así el autor en varios personajes, puede decirse que, al final de la novela, ya no semeja don Mario al Alfonso migrado de Mérida, como al inicio. Y hablando de apariencia, no olvidemos que este Briceño Iragorry maduro que escribía Los Riberas, calado con boina y gafas redondas, distaba del dandi con bigote y sombrero, posante en el retrato de 1927, conservado en el Archivo Fotografía Urbana.

martes, 21 de febrero de 2023

Gobierno de Juan Vicente Gómez

 


Juan Vicente Gómez fue un político y militar venezolano que gobernó de manera dictatorial su país desde 1908 hasta su muerte en 1935. Entre sus logros se encuentra la modernización de Venezuela, la cancelación de la deuda y la eliminación de los caudillos criollos. El lema de su gobierno era “Unión, paz y trabajo”.

Su acceso al poder se produjo mediante un golpe de Estado que lideró en 1908, cuando aprovechó que Cipriano Castro, entonces presidente, se encontraba fuera del país debido a una enfermedad. Gómez intentó dale a su gobierno una fachada constitucional e, incluso, se valió de las presidencias títeres de algunos de sus colaboradores para que pareciera más democrático.

Retrato de Juan Vicente Gómez

Durante su dictadura ordenó realizar una gran cantidad de obras públicas, como una red de carreteras que mejoraron las comunicaciones internas. Igualmente, fundó las primeras líneas aéreas de Venezuela y modernizó las Fuerzas Armadas. Gómez lideró también el cambio desde una Venezuela agrícola a una dependiente del petróleo.


El dictador prohibió los partidos políticos y su única oposición fueron los movimientos estudiantiles de finales de la década de los 20. Sus rivales le achacaron la poca atención que prestó a la política educativa y sanitaria, algo que tuvo resultados muy negativos durante varias epidemias que asolaron el país.


Biografía


Juan Vicente Gómez Chacón nació el 24 de julio de 1859 en la hacienda La Mulera, en el estado venezolano de Táchira. Sus padres, Pedro Cornelio Gómez y Hermenegilda Chacón, eran importantes hacendados andinos.


El padre del futuro gobernante falleció en agosto de 1883 y Juan Vicente se puso al frente de los negocios agrícolas y pecuarios familiares.

Contacto con Cipriano Castro


Juan Vicente Gómez de pie junto a Cipriano Castro

Un suceso fundamental para la futura vida política de Gómez se produjo en 1886, cuando conoció a Cipriano Castro. El encuentro tuvo lugar en Capacho Viejo, adonde Gómez se había desplazado para reclamar el cadáver de un amigo que había fallecido durante un enfrentamiento entre dos facciones del Partido Liberal Amarillo que se disputaban la presidencia de Táchira.


Revolución Legalista


El intento, en 1892, del entonces presidente venezolano Raimundo Andueza Palacio de reformar la constitución para ampliar su mandato y no convocar elecciones, provocó que Joaquín Crespo se alzara en armas en la denominada Revolución Legalista.


Cipriano Castro, diputado por el distrito de Táchira, se posicionó en contra de la revolución. Antes de tomar las armas, le ofreció a Juan Vicente Gómez que se encargara de la logística de su ejército con el grado de coronel.


El triunfo de la revolución obligó a Castro y a Gómez a exiliarse en Colombia. Allí permanecieron entre 1892 y 1899.


El gobierno Liberal Restaurador


El contexto político de Venezuela a finales del siglo XIX continuó siendo muy convulso. El presidente Ignacio Andrade tuvo que hacer frente a la Revolución de Queipa, en el primer semestre de 1898.

La economía del país, por su parte, pasó por una grave crisis provocada por la disminución de los precios de sus principales productos de exportación.


Esta inestabilidad fue el motivo que Cipriano Castro esgrimió para alzarse en armas en la Táchira, el 23 de mayo de 1899. Su intención era llegar hasta Caracas y establecer un nuevo gobierno. Juan Vicente Gómez apoyó la rebelión y fue nombrado general y segundo jefe expedicionario.


Castro y Gómez tomaron Caracas el 22 de octubre de 1899 y establecieron el denominado gobierno Liberal Restaurador.


Segunda vicepresidencia


En diciembre de ese mismo año, Gómez fue nombrado gobernador del Distrito Federal, cargo que ocupó durante dos meses.


Dos años más tarde, una Asamblea Constituyente aprobó una nueva constitución. Cipriano Castro ocupó la presidencia, mientras que Juan Vicente Gómez asumió la segunda vicepresidencia.


El nuevo gobierno debió hacer frente a otro levantamiento, la Revolución Libertadora, apoyada entre otros por los caudillos regionales. Castro nombró general de división a Gómez para combatir a los revolucionarios.


Gómez fue derrotando a los diferentes caudillos regionales y, tras 65 días de campaña, regresó Caracas.


El 5 de julio, Castro dejó la presidencia en manos de Gómez, que había sido herido en una pierna, y se puso al frente de una nueva expedición militar que pretendía terminar definitivamente con el conflicto.


Cuando estuvo recuperado, Gómez volvió al frente de batalla y dirigió las victorias en Barquisimeto y en la batalla de Matapalo. Esta última significó la destrucción del ejército revolucionario de occidente. La Revolución Libertadora fue derrotada por completo el 21 de julio.


Gómez el pacificador


Tras sus victorias, Juan Vicente Gómez fue recibido con aclamaciones por parte del pueblo de Caracas y Cipriano Castro lo nombró como el Pacificador de Venezuela.

La popularidad de Gómez comenzó a preocupar a Castro y el propio gobierno se dividió entre simpatizantes de ambos políticos. La ruptura entre ambos fue haciéndose cada vez más evidente.


El 9 de abril de 1906, Castro anunció que se retiraba temporalmente de la presidencia. Su intención era comprobar si las noticias sobre una supuesta conspiración de Gómez para hacerse con el poder eran reales, además de para medir su popularidad.


El retiro de Castro finalizó el 5 de julio de 1906, cuando numerosas delegaciones de todo el país le rogaron que volviera a la presidencia. Sin embargo, poco después empezaron a circular rumores sobre su estado de salud. Sus seguidores temían que, en caso de morir, Gómez lo sustituyera.


En un episodio conocido como “La Conjura”, los partidarios de Castro amenazaron la vida de Gómez. Por tal motivo, este pasó el año 1907 en Maracay, lejos de las actividades oficiales a pesar de ser primer vicepresidente.

Cuando Castro recuperó la salud, descubrió que sus ministros habían elegido ya a su sucesor, Francisco Linares Alcántara. El presidente marginó entonces a esos ministros y volvió a llamar a Gómez a su lado.


Golpe contra Cipriano Castro


Poco tiempo después, Castro volvió a recaer en su enfermedad. En esta ocasión, decidió viajar hasta Berlín para someterse a una cirugía allí. El día 23 de noviembre de 1908, antes de partir, cedió el poder de manera temporal a Gómez.


La ausencia de Castro llevó a que un nuevo movimiento revolucionario comenzara a organizarse, encabezado por el liberalismo amarillo, por los nacionalistas en el exilio, y con el apoyo de Estados Unidos, Holanda y Francia. Como respuesta, Gómez ejecutó un golpe de Estado y depuso a Castro.


Sus primeras medidas fueron liberar a los presos políticos e invitar a los exiliados a regresar al país. Además, permitió la libertad de prensa.


A pesar de las peticiones de que convocara una nueva Asamblea Nacional Constituyente, Gómez se negó a ello. En su lugar, instó al Congreso Nacional a aprobar una reforma constitucional que redujo el periodo presidencial a 4 años.

El 11 de agosto, Gómez fue nombrado presidente provisional y el 25 de abril de 1910 se convirtió en general en jefe de los ejércitos.


Presidente constitucional 


El periodo presidencial constitucional de Gómez, de acuerdo con las cámaras legislativas, debía prolongarse desde 1910 a 1914. Sin embargo, en 1913, el presidente decidió alargar su estancia en el cargo, lo que provocó una crisis en el gobierno.


La solución de Gómez fue suspender las elecciones alegando un supuesto intento de invasión por parte de Castro. El presidente se declaró en campaña militar y se instaló en Maracay. La presidencia, durante su ausencia, fue ocupada por José Gil Fortoul.


El 14 de abril de 1914, el Congreso Nacional de Plenipotenciarios volvió a designar a Juan Vicente Gómez como presidente provisional y comandante en jefe del Ejército.


Más adelante, el mismo organismo aprobó un Estatuto Constitucional que debía estar vigente hasta que se redactara una nueva Carta Magna, que se promulgó en junio de 1914. Vicente Márquez Bustillos fue nombrado presidente de la República, aunque el auténtico poder siguió recayendo en Juan Vicente Gómez, quien además conservó su puesto como comandante en jefe.


Al año siguiente, el 3 de mayo de 1915, el Congreso Nacional volvió a elegir a Gómez como presidente constitucional. Este, sin embargo, pasaba la mayor parte del tiempo en Maracay y Márquez Bustillos ejerció de presidente provisional durante unos 6 años.


Reforma constitucional


Una grave enfermedad estuvo a punto de provocar la muerte de Gómez en diciembre de 1921. Tras recuperarse, impulsó una nueva reforma constitucional mediante la que se restablecieron los cargos de vicepresidentes de la República, que habían sido eliminados por la Carta Magna de 1914.

Asimismo, se determinó que la duración del periodo presidencial fuera de 7 años. Por último, el texto constitucional permitía la reelección de Gómez para la legislatura 1922-1929.


La primera oposición fuerte a la que se enfrentó Gómez apareció en 1928. Con la excusa de un carnaval estudiantil, surgió un nuevo grupo de políticos que recibió el nombre de Generación del 28, con propuestas novedosas frente a las mantenidas por los liberales y conservadores.


El 7 de abril de ese mismo año, dos cuarteles de Caracas se sublevaron. En esa conspiración militar, que fue controlada por el gobierno, participaron líderes estudiantiles.


Años finales de Gómez


Juan Vicente Gómez montado a caballo, imagen tomada en Maracay, 1934

Juan Vicente Gómez asumió por última vez la presidencia el 7 de julio de 1931. Fue en ese periodo cuando aprobó la creación del Banco Obrero y del Banco Agrícola y Pecuario.


Según el acta de defunción, el presidente falleció el 17 de diciembre de 1935. No obstante, algunos historiadores afirman que su muerte ocurrió al día siguiente, pero que se adelantó la fecha oficial para hacerla coincidir con la de la muerte del Libertador.


Gobierno de Juan Vicente Gómez


La dictadura de Juan Vicente Gómez se prolongó entre los años 1908 y 1935, la más larga entre las desarrolladas en el siglo XX.


27 años de gobierno


Juan Vicente Gómez cambió en varias ocasiones la constitución para ampliar el mandato presidencial o para permitir la reelección, en un intento de dar una fachada constitucional a su dictadura.


Comenzó su primer mandato cuando el Congreso lo nombró presidente provisional en 1908. Después, fue elegido por las cámaras como presidente constitucional en los periodos 1910-1915; 1915-1922; 1922-1929, y 1929-1936.


En algunas ocasiones, Gómez mantuvo su cargo como Comandante en Jefe del Ejército pero cedió la presidencia a otros políticos. Así, entre agosto de 1913 y enero de 1914, el cargo lo ocupó José Gil Fortoul, mientras que entre 1915 y 1922 fue Victoriano Márquez Bustillos quien ejerció como presidente.


Agricultura


Cuando Juan Vicente Gómez llegó por primera vez a la presidencia, Venezuela era un país eminentemente agrícola. Sus exportaciones estaban basadas en productos como el cacao y el café, los más importantes para la economía del país.


Gómez trató de mejorar la economía ofreciendo facilidades a la inversión extranjera. Entre otros aspectos, les concedió exenciones de impuestos y les permitió instalarse en el país de manera muy sencilla.


En el aspecto personal, Gómez estaba considerado como uno de los mayores terratenientes de Venezuela. Algunos rivales afirmaban que su gobierno era el “dueño de Venezuela”. Por ese motivo, estaba muy interesado en mejorar la economía agrícola del país.


Crédito internacional


Otra de sus medidas en el ámbito económico fue restablecer el crédito internacional. Este había sido paralizado durante la presidencia de Castro. Gómez concedió a la compañía estadounidense New York & Bermúdez Company la concesión por cincuenta años de la explotación de asfalto de Guanoco.


Junto a esto, Gómez recuperó la confianza del exterior en Venezuela. Consiguió que las relaciones diplomáticas rotas durante la presidencia de Castro se restablecieran.


Todo lo anterior representó que las inversiones extranjeras aumentaran y que los ingresos fiscales, necesarios para hacer frente a las obligaciones contraídas, crecieran de manera notable.


Petróleo


A comienzos de la década de los 20 se descubrieron importantes yacimientos de petróleo en Venezuela. Gómez buscó capital extranjero para explotarlos.


Su gobierno estableció un marco legal que facilitó las concesiones a empresas petroleras internacionales.


La Primera Ley de Hidrocarburos, a pesar de las facilidades que ofrecía para obtener concesiones, no gustó a las compañías petroleras. Tras protestar ante Gómez, este impulso la aprobación de una nueva ley, que vio la luz el 2 de junio de 1921. Un año más tarde, se promulgó una tercera ley.


Para 1925, el petróleo era ya la primera industria de Venezuela, que se convirtió en el primer país productor de ese producto en 1928.


A pesar de que Venezuela se vio afectada por la crisis económica de 1929, los ingresos del petróleo permitieron a Gómez cancelar la deuda externa en 1930. El presidente presentó este hecho como un homenaje a Bolívar en el centenario de su muerte.

Distribución de la población


La pérdida paulatina de importancia de la agricultura y la creciente dependencia de la industria, especialmente de la petrolera, provocó un cambio demográfico en el país. Durante el gobierno de Gómez, la población comenzó a trasladarse del campo de la ciudad.


Además, durante sus años en la presidencia, la población aumentó considerablemente, excepto entre 1911 y 1920, cuando varias epidemias asolaron el país.


Una de esas epidemias fue la de gripe de 1918, que afectó a todo el mundo. Durante la misma, Gómez se aisló en su hacienda durante tres meses y prohibió a la prensa escribir sobre la enfermedad.


Desatendió la educación y se enfrentó a los líderes culturales


Entre los aspectos que más se le ha reprochado al gobierno de Gómez se encuentra su poco interés en la educación y su enfrentamiento con los intelectuales.


Durante sus mandatos, el gobierno eliminó casi por completo las ayudas a la educación, hasta el punto de ser el periodo en el que menos se invirtió en la enseñanza y las escuelas.


Este hecho fue una de las causas de la aparición de la Generación del 28, formada por estudiantes que se rebelaron contra Gómez.


Dentro de su política cultural destacó el surgimiento de la radio como medio de información. Además, se fundó el Ateneo de Caracas (1931).


Obras bajo su presidencia


Gómez es considerado como el impulsor del Estado moderno en Venezuela. Entre sus logros se encuentra la eliminación de los caudillismos criollos, así como la cancelación de la deuda externa. Igualmente, recompuso las relaciones internacionales del país.


Los años de gobierno de Gómez se caracterizaron también por las obras públicas realizadas, sobre todo de carreteras que sirvieron para mejorar las comunicaciones.

Por otra parte, se trató de un régimen dictatorial que reprimió a los opositores.

Estos lo llamaban “el bagre”.


Carreteras


Durante las décadas que duró su gobierno aparecieron los primeros automóviles en el país. Gómez impulsó la llamada “política de carreteras”, que consistió en la construcción de varias de ellas, con una anchura de entre 6 y 7 metros. En un principio fueron pavimentadas con macadam y, más adelante, con asfalto.


Entre las carreteras construidas que más contribuyeron a eliminar el aislamiento de algunas regiones se encontraban la carretera Trasandina, que unía Caracas y la frontera con Colombia; la carretera Occidental, que comunicó el Distrito Federal con los estados de Miranda, Tachira, Aragua, Barinas o Carabobo; y la carretera Central de la Táchira.


Otras obras


Gómez reorganizó la Armada y creó la aviación militar y civil. Igualmente, extendió la red de telégrafos y fundó la Compañía de Navegación Fluvial y Costanera de Venezuela.


Por último, en 1934 estableció la primera línea aérea comercial del país: la Aerolínea Aeropostal Venezolana.


Gobierno de Cipriano Castro

 

Cipriano Castro

Cipriano Castro
  • Nombre completo: José Cipriano Castro Ruiz.
  • Natalicio: 11 de octubre de 1858. Capacho Viejo, estado Táchira, Venezuela.
  • Muerte: 04 de diciembre de 1924. Santurce, Puerto Rico. (66 años)
  • Profesión: Militar, filósofo y político.
  • Duración de su mandato: 23 de octubre de 1899 – 19 de diciembre de 1908.

Biografía de Cipriano Castro

La biografía de Cipriano Castro habla de un excelente militar venezolano que gracias al destino y al apoyo que recibió de sus compañeros pudo inmiscuirse en la política, lo que hizo que más tarde llegara a ser presidente de Venezuela.

No obstante, en ningún momento se imaginó que uno de esos compañeros que lo ayudó a llegar al poder, sería el mismo que más adelante lo sacaría de la presidencia, causándole un gran dolor y sufrimiento.


Infancia y juventud

La infancia y juventud de Cipriano Castro se remontan al año 1858, año en el cual nace dentro del matrimonio formado por José del Carmen Castro y Pelagia Ruiz. A medida que fue creciendo pudo darse cuenta que había nacido en una familia de escasos recursos.

Y no era para menos, su padre era un simple agricultor y su madre ama de casa. A pesar de estas limitaciones, comenzó sus estudios como cualquier niño en su pueblo natal, Capacho Viejo, en el estado andino de Táchira.

Casa Natal de Cipriano Castro
Casa natal de Cipriano Castro.

Luego de recibir la educación básica en la tierra donde nació, se va a la ciudad de San Cristóbal donde profundiza un poco más. Estando allí, se da cuenta que la hermana República de Colombia estaba muy cerca.

Con el pensamiento de tener una mejor formación, se va al Colegio Seminario de Pamplona en Colombia, con tan solo 14 años. Allí duraría el tiempo aproximado de un año. ¿Por qué razón?

Porque desatiende la educación que estaba recibiendo y comienza a iniciarse en el conocimiento de los postulados del movimiento liberal colombiano, ideas que llegan a tener un gran efecto en su persona.

Esto tuvo como resultado que abandonara la carrera eclesiástica que estaba estudiando y se regresara a San Cristóbal para iniciar su incursión en la política, adentrándose en la política local del gran estado de Los Andes.

Carrera militar y política de Cipriano Castro

Cipriano Castro comenzaría su carrera política alrededor de 1876, con tan solo 18 años. Su primera acción política fue el no estar de acuerdo con la proposición de que un militar, llamado Francisco Alvarado asumiera la presidencia del estado Táchira.

El que este joven muchachito le plantara cara a esta candidatura, hizo que comenzara a destacar y ser observado por los políticos de alta categoría de la región. Dos años más tarde estuvo dentro de un grupo de personas que tomaron la ciudad de San Cristóbal porque rechazaban las órdenes del presidente del estado.

A su misma vez, tiempo después tuvo un conflicto con el padre de la iglesia de su natal Capacho, lo que hizo que comenzara las dificultades para él, siendo apresado en el retén de San Cristóbal.

No obstante, seis meses después se escapó de dicha cárcel y se fue hacia Cúcuta para así salvar su vida y prevenir cualquier cosa que le pudieran hacer.

En esta misma época llegó a conocer a una dama llamada Zoila Rosa Martínez. Después de algún tiempo conociéndose, ambos se casan y duran aproximadamente dos años en tierras colombianas.

Zoila Rosa Martínez
Retrato de Zoila Rosa Martínez, esposa de Cipriano Castro.

Luego, Castro regresa a Venezuela donde comienza su carrera militar formando parte de un grupo invasor que buscaba derrocar al presidente del estado Los Andes, algo que finalmente logran.

Es importante mencionar que el triunfo de este enfrentamiento en gran medida se le debió a él, ya que venció a los principales cabecillas del bando contrario como Evaristo Jaimes y el gobernador de Rubio, apellido Morales.

Por supuesto, estas excelentes acciones se merecían una recompensa, por lo que fue ascendido a General.

A partir de estos acontecimientos, se convirtió en una figura muy prominente y destacada de la región andina. Igualmente, para estos tiempos Cipriano Castro conoce a Juan Vicente Gómez, quien sería su futuro compadre y compañero de aventuras.

Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez
Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez.

Debido al renombre que tenía, Castro sería designado como gobernador del estado Táchira. A su misma vez, en 1890 se encargaría de la Comandancia de Armas de esa misma región.

Luego de cumplir con estas responsabilidades, saldría electo como Diputado al Congreso Nacional por el estado Táchira. Con este cargo, tuvo la oportunidad de conocer a las personas que formaban parte del gobierno para ese entonces y sobre todo al presidente Raimundo Andueza Palacio.

Obviamente esta oportunidad no la iba a desaprovechar tan fácil ya que estaba codeando con nada más y nada menos que con las personas que tenían el poder de la nación. No obstante, en ese momento saldría a la escena política Joaquín Crespo con la “Revolución Legalista” que se oponía a que Andueza se perpetuara en el poder.

Esto hizo que Castro regresara al Táchira para formar un ejército con Juan Vicente Gómez, Emilio Fernández y Francisco Colmenares para defender al gobierno. Sin embargo, esto no lo logró porque Crespo había triunfado y tomado el poder.

El hecho de que se hubiese alzado en armas, le traería graves consecuencias, como fue que tanto él como sus colaboradores salieran al exilio por espacio de unos siete años. Desde el exterior podía tener información de cómo el gobierno y los miembros del Partido Liberal se descomponían cada vez más.

Una prueba de ello es que el mandato de Ignacio Andrade se volvió un caos. Esto hizo que los partidarios de Castro reclamaran su regreso para que tomara el poder de una buena vez.

De esta manera se organiza un movimiento militar con la colaboración de Juan Vicente Gómez, Manuel Antonio Pulido, Froilán Prato, Emilio Fernández, Régulo Olivares y Santiago Briceño. Esta rebelión sería conocida como “La Revolución Liberal Restauradora”, tambien conocida como la «Invasión de los 60» haciendo alusión a los 60 militares que la conformaron.

Esta comenzaría con la invasión al territorio nacional el 23 de mayo de 1899. Esto hace que el presidente Andrade abandone el país, con lo cual Cipriano Castro entra triunfante a Caracas el 22 de octubre de 1899, comenzando así con su gobierno.

Revolución Liberal Restauradora
Cipriano Castro, al frente de Revolución Liberal Restauradora.

Gobierno de Cipriano Castro

El gobierno de Cipriano Castro marcaría el comienzo del período que se denomina la “Hegemonía Andina” ya que desde 1899 a 1945 quienes estarían en el gobierno serían personas nacidas en los Andes venezolanos.

Su gobierno inicia bajo el lema “Nuevos hombres, nuevos ideales, nuevos procedimientos”, ya que buscaba la manera de unir las distintas fracciones enfrentadas de los liberales.

La conformación de su primer gabinete muestra esta intención, ya que participaron en él los ex presidentes Raimundo Andueza PalacioJuan Pablo Rojas Paúl y varios generales que formaban parte del Partido Liberal.

Gabinete de Cipriano Castro
Cipriano Castro junto a miembros de su gabinete ministerial.

Dentro de las características más sobresalientes del gobierno de Cipriano Castro nos encontramos con que en el país comenzó una importante actividad intelectual. Un ejemplo de ello es el surgimiento de una multitud de novelistas como Tulio Febres Cordero, Pedro César Dominici, Luis María Urbaneja Achelpohl, entre muchos otros.

Hablando de las obras y logros de Cipriano Castro tenemos que realizó la construcción de varias edificaciones de gran importancia y repercusión como por ejemplo el Teatro Nacional, la Escuela Militar, la Academia Militar, entre muchos otros.

A su misma vez se construyeron varias vías de comunicación, entre las que podemos mencionarte la Avenida Castro del Paraíso en Caracas, el puente Tononó en la ciudad de Barquisimeto y el puerto Cristóbal Colón ubicado en Macuro.

Teatro Nacional de Venezuela
Teatro Nacional de Venezuela, ubicado en la ciudad de Caracas y construido en el gobierno de Cipriano Castro.

Con respecto a los aspectos económicos de su presidencia no la tuvo nada fácil ya que el precio del principal producto de exportación, el café, había bajado en los mercados extranjeros. Esto tuvo como consecuencia que las exportaciones se desplomaran como nunca antes.

Sin embargo, a mediados de su mandato comenzó a cambiar favorablemente la situación económica, debido a que desde 1904 empezó a subir el precio del café y a aumentar las exportaciones.

Ahora bien, el área que se vio más beneficiada fue el de la ganadería. Imagínate que para 1906 las exportaciones de ganado llegaron a ser las mayores que había tenido el país en su historia.

Todo esto en conjunto, le permitió tener mayores ingresos al gobierno y por supuesto el mejoramiento en diversas ramas de la administración pública. Por otro lado, modernizó el armamento del ejército e introdujo fusiles de alta categoría.

En cuanto a los aspectos políticos del gobierno de Cipriano Castro tenemos que levantó un gobierno tiránico caracterizado por la eliminación de libertades, terror, desorden administrativo y muchas otras cosas más. A su misma vez siguió el mismo estilo de los dictadores y caudillos militares de la época de reformar la Constitución para así alargar el período en el cual estaría en el poder.

Por ejemplo, el Congreso lo nombró primero presidente provisional y luego en 1904, presidente constitucional para el período presidencial de 1905 a 1911.

No obstante, el inicio de su mandato no estaría exento de dificultades. ¿Por qué razón? Porque tuvo que enfrentar varios conflictos nacionales e internacionales, en los cuales puso de manifiesto su gran energía, astucia y decisión.

Por ejemplo en los primeros tres años de gobierno, Castro tuvo que enfrentar los siguientes problemas:

La Revolución Libertadora

Estando en el poder, Castro le tuvo que pedir a los banqueros de Caracas que le entregaran un préstamo para así atender la grave situación económica en la que se encontraba el país.

Sin embargo, estos banqueros se negaron a colaborar. Por supuesto, esto traería consecuencias para ellos debido a que fueron a parar a la cárcel y no conforme con esto se les hizo desfilar por las calles de la capital venezolana.

A medida que pasaron los días, el gobierno comenzó a meterles presión, indicándoles que iban a ser enviados al castillo de Puerto Cabello donde serían sometidos a torturas.

Finalmente, ante estas amenazas, los banqueros cedieron y entregaron el dinero que pedía el gobierno. Como era de esperarse, estos sucesos hicieron que se convirtieran en enemigos a muerte de Castro, por lo que después que las aguas se calmaron, comenzaron a conspirar contra él.

Quien estaría a la cabeza de esta conspiración sería el general y banquero Manuel Antonio Matos, quien era un hombre de una enorme fortuna. Este sería quien financiaría el levantamiento militar.

Luego de que obtuvieran en el extranjero las provisiones necesarias y de estar armado hasta los dientes, Matos organizó una serie de levantamientos en el interior del país. Tanto fue la fuerza que tenía esta revolución que había reunido un poderoso ejército de más de 14.000 hombres.

Por su parte, Castro reunió 6.000 hombres y los reunió en La Victoria, donde se produjo el encuentro decisivo entre los dos bandos. Luego de 22 días de intenso combate, las fuerzas de la «Revolución Libertadora” se rinden ante las tropas del gobierno que comandaba el general Gómez.

La Revolución Libertadora fue la última de las guerras civiles que durante tantos años sufrió nuestro país.

Bloqueo naval de las costas venezolanas

No conforme con el intento de derrocarlo, Cipriano Castro tuvo que enfrentar el más grave y serio conflicto internacional que ha tenido Venezuela: el bloqueo naval de sus costas. Ahora bien ¿Cuáles fueron las causas de esto? De inmediato ¡te lo explicamos!

Este enfrentamiento tuvo su origen en las deudas contraídas por la Nación venezolana con los países extranjeros. En 1900, esta deuda llegaba a 190 millones de bolívares.

Esto tuvo como consecuencia que en el año de 1902 se produjera una intervención de Alemania, Inglaterra, Francia, Italia y los Estados Unidos. Las dos primeras, establecieron un bloqueo de las costas venezolanas con las que reclamaban el pago inmediato de la deuda.

Bloqueo naval a Venezuela, año 1902
Bloqueo naval a Venezuela, año 1902.

Esta situación hizo que Castro enfrentara el conflicto con energía y sin vacilaciones. Una prueba de ello es que lanzó una proclama de gran impacto que sería: “¡La planta insolente del extranjero ha profanado el suelo sagrado de la Patria!”.

La agresión de estas potencias extranjeras levantó una ola de indignación el país y se produjeron manifestaciones por parte del pueblo a los agresores y de apoyo al gobierno. La situación llegó a estar tan tensa que las delegaciones de Alemania e Inglaterra en Caracas fueron apedreadas y desvalijadas por completo.

A medida que pasaba el tiempo, este conflicto se hacía cada vez más y más fuerte. Por ejemplo los agresores bombardearon y desembarcaron en el castillo de Puerto Cabello. No conforme con esto forzaron la entrada al lago de Maracaibo y atacaron el castillo de San Carlos.

La comunidad internacional estaba aterrada con lo que estaba sucediendo en Venezuela, por lo que el presidente estadounidense Teodoro Roosevelt propuso un arbitraje para que se resolviera esta disputa.

Aunque al principio el presidente Castro no apoyaba esta idea, finalmente la aceptó. Es así como este conflicto llega a su fin en enero de 1903, cuando se firma los Protocolos de Washington. Ahora bien ¿Qué estipulaba estos acuerdos?

Pues que Venezuela debía cancelar de inmediato las deudas contraídas y que de una forma progresiva los buques que bloqueaban las costas del país se irían yendo.

Enfermedad de Cipriano Castro

A medida que fue pasando los años, Castro le agarró el gusto a la presidencia ya que disfrutaba de una gran cantidad de placeres y excesos. Poco a poco, estos excesos fueron minando su salud hasta que llegó un momento que tenía que someterse a una cirugía para salvar su vida.

Pero como tal ¿Qué era lo que tenía? Como tal existen muchas versiones, pero la que tiene más fuerza es que tenía una fístula, es decir una conexión anormal entre su sistema digestivo y urinario, por lo que se cree que tenía graves infecciones. Aparte se dice que sufría de sífilis.

Por esa razón, agarra sus macundales y se pinta de colores hacia París, dejando en el poder a su vicepresidente Juan Vicente Gómez.

En ningún momento pensó que su compañero de armas, su amigo y su compadre lo traicionaría y tomaría el poder de forma definitiva el 19 de diciembre de 1908, produciéndose así la conclusión del gobierno de Cipriano Castro.

Cipriano Castro en París
Llegada de Cipriano Castro a París, año 1908.

Últimos años de Cipriano Castro

Con un gran dolor en su corazón por lo que le había hecho Gómez, finalmente se somete a la operación en París con un cirujano muy famoso de la época. Luego de algún tiempo, su recuperación es exitosa.

Tiempo después busca la manera de regresar a su natal Venezuela para recuperar el poder que había perdido.

Es así como en 1909 emprende su viaje de regreso. Sin embargo, tuvo que llegar a la isla de Martinica de emergencia porque sufre una infección en la herida de la operación.

A pesar de esto, sus intentos no quedaron hasta allí, debido a que envió a su esposa Zoila para que hablara con el general Gómez, algo que lamentablemente no pudo hacer.

Luego de recuperarse, ambos regresarían a Europa. Durante su estancia en estas tierras, Castro sufrió de una fuerte oposición por parte de las autoridades europeas motivado al trato que él les había dado cuando bloquearon las costas venezolanas.

Aunque tenía el deseo de volver a su país, no contaba con el dinero necesario para organizar una invasión armada y así tomar el poder, por lo que no le quedó más remedio que irse a Madrid, la capital española.

Llegado el año de 1912, se va a Estados Unidos a ver si lograba conseguir apoyo militar, pero fue apresado por las autoridades estadounidenses y expulsado de la nación norteamericana por problemas de inmigración.

Ante esto, se va hacia la isla del encanto, Puerto Rico, a pasar los últimos días de su vida tranquilamente. No obstante, esto no llegó a ser posible del todo porque le llegaron unos espías enviados por Gómez para vigilarlo.

Aproximadamente en 1917, al haber estallado la Primera Guerra Mundial, las autoridades de Estados Unidos se comunicaron con Castro para que dirigiera un movimiento armado contra Juan Vicente Gómez motivado a que este no los había apoyado en la batalla mundial.

Aunque la proposición era muy tentadora, la rechaza enérgicamente. La cosa está que tiempo después, su esposa hábilmente pidió permiso para regresar a Venezuela, algo que al final logró hacer, dejando a su esposo solo, triste y abandonado en Puerto Rico.

Aprovechó esos momentos de soledad para planear un sinfín de invasiones al territorio venezolano y así regresar a la presidencia que le habían quitado. Sin embargo, ninguno de estos llegó a tener éxito.

Finalmente, el 04 de diciembre de 1925 se produce la muerte de Cipriano Castro a la edad de 66 años. Luego de ser velado, su cuerpo es enterrado en el cementerio de la ciudad de San Juan de Puerto Rico.

Allí estaría hasta 1975, año en el cual sus restos son repatriados y enterrados en una especie de mausoleo en su natal Capacho del estado Táchira. 28 años más tarde, sería sacado de allí para colocarlo en el Panteón Nacional, lugar donde reposa hasta la actualidad.

Conclusiones

Cipriano Castro fue un militar y político venezolano que ejerció un gobierno nacionalista pero sumamente dictatorial y sin ningún tipo de respeto a los derechos humanos. A su misma vez, fue un desordenado en su vida personal y en el uso de los fondos públicos.

Durante su gobierno, que duró de 1899 a 1908, existieron aspectos positivos y negativos. A su misma vez, Castro tomó medidas en lo político, económico y social.

Una prueba evidente de los aspectos políticos es que gobernó de forma férrea y tiránica, haciendo frente a sus opositores y llevando a cabo las acciones que fueran necesarias para aniquilarlos por completo.

Con respecto a la economía del país, durante los primeros años de su presidencia estuvo un poco difícil por la baja del precio de los productos de exportación aunque esto mejoró considerablemente a mediados de su gobierno.

En los aspectos sociales durante su mandato hubo un aumento considerable de la cultura, ya que proliferó como nunca antes el surgimiento de escritores, novelistas, entre otros.

Venezuela posterior a 1958

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